La política contemporánea, cada vez más polarizada, invita a muchos a definirse rígidamente como de derecha o de izquierda, como si esas etiquetas fueran identidades inamovibles que determinan no solo las creencias políticas, sino también los valores personales y la visión de uno mismo. Pero, ¿es realmente necesario ser de derecha o de izquierda, o es posible simplemente estar en un espectro político que fluctúa y se adapta a los cambios de la realidad y a las experiencias individuales?
Desde una perspectiva sociológica y política, esta diferencia entre ser y estar en una posición ideológica ofrece una reflexión clave sobre cómo percibimos y adoptamos nuestras posiciones políticas. Mientras que ser implica una identificación casi esencialista y permanente, estar en la derecha o en la izquierda sugiere algo más dinámico y temporal, que responde al contexto y permite la flexibilidad de cambiar de acuerdo con las circunstancias y el crecimiento personal.
El Ser como Identidad Política Inamovible
El concepto de ser de derechas o de izquierdas sugiere una identidad fija, como si las ideas políticas fueran algo intrínseco e incambiable. En muchos contextos, esto ha fomentado una especie de tribalismo ideológico, donde las personas se definen en términos de un grupo al que pertenecen y, a menudo, se sienten obligadas a adoptar posturas coherentes con esa identidad, incluso cuando no se ajustan plenamente a sus propias creencias. Esta dinámica no solo reduce la libertad personal para explorar y evolucionar, sino que también enmarca a la política en términos de amistad y enemistad, tal como la definió el jurista y teórico político Carl Schmitt, quien creía que las identidades políticas se construyen mediante la identificación de un «otro» o enemigo.
El problema de ser de derecha o de izquierda es que muchas veces conlleva la aceptación rígida de un conjunto de ideas y valores que, en muchos casos, son tan complejos como el propio individuo. La sociedad cambia, y con ella cambian las circunstancias que demandan respuestas políticas nuevas. Sin embargo, quien siente que es de una orientación política, puede sentir una presión interna para mantenerse fiel a esa etiqueta, incluso cuando el contexto demande nuevas perspectivas o cambios en el enfoque.
El Estar como una Postura Flexible y Contextual
Por otro lado, estar a la derecha o a la izquierda sugiere un enfoque temporal y adaptable. En lugar de adoptar una identidad política esencialista, estar en una posición permite que una persona considere las cuestiones políticas en función de las circunstancias y los desafíos actuales, sin sentir que traiciona una identidad. Esta perspectiva es especialmente relevante en un mundo cada vez más cambiante, donde los problemas que enfrentamos hoy pueden ser radicalmente diferentes de aquellos que enfrentaremos mañana. En palabras de Zygmunt Bauman, vivimos en una modernidad líquida donde las certezas se diluyen, y aferrarse a etiquetas rígidas resulta limitante.
Estar a la derecha o a la izquierda ofrece la libertad de evaluar cada problema de manera individual y de tomar posturas que se alineen con la situación actual, no con una identidad que exige lealtad. Desde esta perspectiva, las decisiones políticas se guían por un análisis crítico y una adaptabilidad a la realidad, en lugar de por una identidad o lealtad fija. Esta flexibilidad puede ser la clave para abordar los problemas de un mundo cada vez más complejo y globalizado, donde las respuestas simples y unilaterales no siempre son las más efectivas.
La Responsabilidad Ética de la Flexibilidad
El compromiso con una identidad política inamovible puede dificultar el desarrollo de una ética de responsabilidad, como plantea el sociólogo Max Weber en su ensayo «La política como vocación». Weber subraya la importancia de asumir las consecuencias de nuestras acciones políticas y de tomar decisiones que no solo beneficien a nuestro grupo, sino que también consideren el bien común. Desde esta perspectiva, estar en una posición política permite una apertura al diálogo, a la autocrítica y a la revisión de nuestras creencias a la luz de nuevos hechos, lo cual es fundamental para una ética de responsabilidad.
Optar por estar en lugar de ser también fomenta una postura más inclusiva, donde las personas pueden encontrarse en un espacio político compartido, colaborando para resolver problemas comunes sin el peso de etiquetas rígidas.
Conclusión: Política como Proceso de Construcción
En un mundo que cambia rápidamente, donde los problemas sociales, económicos y ambientales desafían constantemente nuestra comprensión y nuestras soluciones, el compromiso de ser de una orientación política puede resultar limitante. Estar en una posición política, en cambio, nos permite comprometernos con el presente, adaptarnos al cambio y mantener una mente abierta hacia las ideas de los demás. Como individuos y como sociedad, debemos abrazar una postura política flexible y responsable, que no dependa de lealtades inquebrantables sino de un compromiso genuino con el bienestar común.
Ser flexibles en nuestras posturas políticas no significa carecer de convicciones, sino tener el valor de cuestionarlas, de transformarlas y de reconocer que la verdadera responsabilidad política no está en la lealtad a una ideología fija, sino en el compromiso con los desafíos y las necesidades de cada momento.